Un taller de Bullying, la vivencia como facilitador/ a

La Asociación SEER realiza diferentes acciones educativas y formativas para promover la Educación Emocional como un activo para el bienestar. Desde esta mirada realizamos diferentes proyectos e intervenciones. Una de ellas son talleres para niños y adolescentes sobre el acoso escolar. Durante estas actividades dirigidas se crea un espacio vivencial para reflexionar sobre el fenómeno Bullying, que pretende favorecer el trabajo de las competencias personales de cada miembro del grupo clase. El desarrollo de estas competencias favorecen la promoción del bienestar y la resolución de diferentes situaciones de conflictos producidas en el entorno escolar.

Es diferente una acción educativa esporádica que un taller que forma parte de un proyecto integral de más acciones. En el caso de los talleres puntuales, disponemos de dos horas con un grupo-clase nuevo para conocer, conectar, intuir, promover, aclarar, invitar, proponer, empoderar y acompañar, teniendo presente en cada momento cual es nuestro papel permanente: facilitar. La vivencia como facilitador/a (que puede variar en función de la persona y del momento) empieza antes de entrar al aula.

Antes de empezar el taller intentamos conocer y compartir unos instantes con el tutor/a para que nos dé su visión de la situación del grupo, y así adaptar al máximo el taller que hemos preparado a las necesidades y la situación de la clase. Es importante también saber el motivo por el cual estamos allá, si se trata de una acción educativa desde la prevención o bien porque ya hay algún caso en el grupo. La verdad es que sea el que sea sea el condicionante, lo que va saliendo de los participantes marca la dinámica y ritmo de las actividades que se desarrollan durante las dos horas. Esta es la magia de los talleres.

Por eso, nuestra tarea como facilitadores/as se inicia con un trabajo personal.

Dedicamos tiempo y energía a uno centramiento personal para conseguir desarrollar y poner en disposición de los chicos y chicas todas nuestras habilidades, capacidades, cualidades…y así crear una vivencia óptima hacia nuestro objetivo. Y esto nos hace sentir responsables de la gestión del grupo y el taller.

Cuando entramos al aula lo primero que hacemos es conectar y respirar el grupo: intercambio de miradas, conversaciones, preguntas, sentimos el clima del grupo, trabajamos en la detección de roles, observamos diferentes informaciones sobre el grupo o sobre personas concretas que hemos recibido del tutor/a, etc. El hecho de saber de entrada que puede haber alguna persona con el rol de agresor/a y con el rol de víctima nos puede remover también a nosotros.

Esto quiere decir que en algún momento podemos llegar a sentir impotencia o rabia, cuando conectamos con el dolor de la víctima, del grupo y también del agresor/a. A veces emerge la compasión, para comprender al agresor/a y el porqué de su comportamiento, sin justificar nunca la violencia. Damos permiso y legitimamos las emociones sentidas, haciendo un trabajo personal de gestión para poder continuar desarrollando el taller con una mirada empoderadora hacia todos y cada uno de los chicos y chicas del grupo. Todo el mundo se merece sentirse bien y encontrar su lugar en el grupo – clase.

Y el proceso de estas 2 horas compartidas, nos crea una ilusión y esperanza de transformación (de clima de clase, de conductas, de elecciones…) que impregna todo el taller y que finaliza con un punto de incertidumbre de qué pasará cuando marchemos.

Estas vivencias, todas ellas muy personales y variables, nos resuenan y nos acompañamos como facilitadores/se del equipo SEER. Y ponemos en juego todas las emociones que un taller puede generar (las nuestras, las de los alumnos, las de los tutores/as) para generar un espacio de crecimiento y aprendizaje compartido. Todo suma para superar el Bullying.

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