La mayoría de los centros educativos ya realizan muchas acciones que, ordenadas y conectadas entre sí, marcan ya una línea de actuación que será la base del proyecto. Pero, ¿y si más allá del documento, nos ocupamos en cómo mejorar el plan de convivencia escolar para que aborde los objetivos y necesidades de la actual realidad educativa y del propio centro?
Cuestiónate si se puede hacer más en relación al bienestar. ¿Cómo implicamos a toda la comunidad educativa? ¿Qué nivel de conciencia existe? ¿Cómo se mantiene esa implicación?
¿Cómo saber las necesidades de cada alumno? ¿Cómo sostenemos todas las necesidades? ¿Cómo trabajamos el binomio acompañamiento individual y de grupo? ¿Esto está recogido en el Plan de Acción tutorial? ¿Hacemos tutorías individuales?
¿Cómo hacemos que el centro desde el espacio arquitectónico, organizativo, temporal, de gestión del profesorado, de ocio, de actividades, de familias tenga en cuenta la convivencia y el bienestar? ¿Cómo asegurar que lo estamos potenciando? ¿Cómo medir el impacto de las acciones?
¿Cómo damos herramientas a la comunidad educativa para mediar? ¿Qué propuestas de mediación existen? ¿Cómo comprobamos si son efectivas?
¿Cómo fomentamos la socialización saludable? ¿Qué interdisciplinariedad existe en esto? ¿Cómo abordamos esto desde las propuestas de aula y académicas? ¿Y desde las actividades complementarias o de ocio? ¿Cómo fomentamos los valores? ¿Desde cuántas acciones fomentamos los valores?
¿Cómo cuidamos los caminos escolares y las entradas y salidas de centro? ¿Tenemos proyectos de colaboración con entidades, comercios, servicios?
Dar respuesta a estas preguntas es, en definitiva, abordar el Plan de Convivencia de mi centro.